lunes, 16 de abril de 2012

Currículo y Diseño curricular

A través del tiempo, la educación ha sido vista como la opción para mejorar la calidad de vida. En el sistema educativo peruano, se concibe a la educación como un proceso de aprendizaje y enseñanza que contribuye a la formación integral de las personas, al pleno desarrollo de sus potencialidades, a la creación de cultura, y al desarrollo de la familia y de la comunidad nacional, latinoamericana y mundial. Se desarrolla en instituciones educativas y en diferentes ámbitos de la sociedad (Ley general de Educación. Ley Nº 48040, 2003, art. 2º)[1] . Lo expresado nos orienta a pensar en un proceso que debe permitir que cada hombre y mujer logren su realización personal en un marco de relaciones interpersonales inteligentes. Para que esto ocurra es necesario que todos los ciudadanos y ciudadanas, asumamos el compromiso de contribuir para lograrlo, desde una perspectiva de colaboración responsable. Heinz Zünker (194 y 1998) citado por McLaren & Kincheloe (2008, p. 50)[2] sostiene que la educación es una práctica social que está conectada con, y mediatizada por, otras prácticas sociales. En este contexto la diversificación curricular cobra un significado especial porque como proceso de adaptación, adecuación y enriquecimiento, implica la participación de la comunidad en los procesos de diseño curricular, para que tomando en cuenta sus propias expresiones de necesidades y expectativas, se configure la intersubjetividad curricular, es decir el currículo que responda a sus carencias y potencialidades; que contribuya a desarrollo de una educación ideológica transformadora que incorpore la pedagogía de conocimientos ancestrales suprimidos por la historia, y que en su devenir haga posible la creación de visiones alternativas, democráticas y liberadoras.

La educación peruana conciebe como centro del proceso educativo a la persona, y tiene como fines: a) Formar personas capaces de lograr su realización ética, intelectual, artística, cultural, afectiva, física, espiritual y religiosa, promoviendo la formación y consolidación de su identidad y autoestima y su integración adecuada y crítica a la sociedad para el ejercicio de su ciudadanía en armonía con su entorno, así como el desarrollo de sus capacidades y habilidades para vincular su vida con el mundo del trabajo y para afrontar los incesantes cambios en la sociedad y el conocimiento. b) Contribuir a formar una sociedad democrática, solidaria, justa, inclusiva, próspera, tolerante y forjadora de una cultura de paz que afirme la identidad nacional sustentada en la diversidad cultural, étnica y lingüística, supere la pobreza e impulse el desarrollo sostenible del país y fomente la integración latinoamericana teniendo en cuenta los retos de un mundo globalizado. (Ley general de Educación. Ley Nº 48040, 2003, art. 9º)[3]. Los fines educativos de una sociedad describen los proyectos de vida esperados, para las personas y la sociedad y su logro es a largo plazo, dependiendo de múltiples factores, entre ellos la familia, las características del propio estudiante, la influencia de los medios de comunicación, las políticas educativas y sociales. Para que la sociedad, a través de las instituciones educativas implemente un fin educacional, éste debe traducirse a propósitos y objetivos concretos. Estos propósitos se describen en términos de las características que se supone habrán de resultar del aprendizaje a través de las diferentes etapas, niveles modalidades, ciclos y programas en que se organice un sistema educativo determinado.

El sistema educativo en el Perú se organiza en etapas, niveles, modalidades, ciclos y programas; cada uno con un perfil de egreso específico. Lograr el perfil implica desarrollar un conjunto de competencias a lo largo de cada una de las etapas. Las competencias se manifiestan en una serie de características asociadas a la diversidad humana, social y cultural de los estudiantes de cada comunidad. El Currículo organiza los aprendizajes necesarios para el desarrollo de dichas características.

Lo expresado nos lleva a definir un modelo de currículo, concebido como el instrumento que permite el logro del perfil y que se constituye en un currículo prescrito que regula la práctica docente. El currículo prescrito genera una cultura común que reúnen los elementos de cultura común que forman el consenso democrático sobre las necesidades culturales comunes y esenciales a una comunidad determinada. En esa cultura común entran a formar parte los contenidos, aprendizajes básicos y orientaciones pedagógicas para el sistema, valoración de contenidos para un determinado ciclo, etc. Considerando que el Perú es un país multicultural (ojala fuera intercultural) donde coexisten diferencias culturales, sociales y por tanto desiguales oportunidades ligadas a desigualdades socioeconómicas y culturales, considerar un núcleo curricular básico, significa un problema muy serio y una concepción reduccionista y fragmentaria, pues no se toma en cuenta a los colectivos sociales cuyas experiencias culturales, cosmovisión del mundo y expectativas de futuro están desconectadas de esa cultura común que se desea implantar históricamente como un mecanismo que iguale, generando el incremento cada vez mayor de personas que se quedan fuera de ella. El currículo prescrito, en cuanto a sus competencias, a sus capacidades, actitudes y a sus códigos, expresa la ordenación del sistema, estableciendo la secuencia de progreso por la escolaridad y por las áreas curriculares que lo componen. Esa ordenación, se presenta como facilitadora y orientadora del profesorado, no sólo para indicar los caminos que lleven a cabo la prescripción curricular, sino como ayuda profesional, transitando de esta manera en el terreno pedagógico que configura la practica docente. Proporciona orientaciones metodológicas generales, sugiere a veces pautas más precisas de tratar determinados temas; no sólo regula las evaluaciones que deben realizarse y en qué momentos, sino que orienta sobre las técnicas de evaluación, etc. (Sacristán, 1998)[4]. Este procedimiento, genera una mentalidad acrítica que gradualmente va configurando y consolidando el conformismo, el facilismo, la imitación y la obediencia. Benjamin (1973) citado en Giroux (2004, p. 70)[5] expresa que en cada era se debe hacer el intento de apartar la tradición del conformismo que está a punto de ser superado. Al argumentar que la educación es una fuerza importante en la estructuración de la experiencia, Bernstein intenta aclarar cómo el curriculum, la pedagogía y la evaluación constituyen sistemas de mensajes cuyos principios estructurales subyacentes representan formas de control social enraizado en la sociedad más amplia. (Giroux,2004. p. 129)[6]

Desde una perspectiva compleja y crítica, el currículo no solamente debe ser entendido como un instrumento que permite el logro de un perfil pre establecido, sino sobre todo como una construcción social. El currículo no puede entenderse al margen del contexto en el que se configura ni independientemente de las condiciones en que se desarrolla, es un objeto social e histórico y su pecualiaridad dentro de un sistema educativo es un rasgo entitativo sustancial. (Sacristán, 1998)[7]. Si el currículo es un puente entre la teoría y la acción, entre intenciones o proyectos y realidad, en necesario analizar la estructura de la práctica donde queda plasmado. Una práctica que responde no sólo a las exigencias curriculares, sino profundamente enraizada al currículo e intención del profesor. Desde este enfoque el currículo se concibe como un proceso en acción, ya que confluye en múltiples actividades escolares. Para comprender el currículo en acción es necesario tomar en cuenta todos los elementos que configuran la acción, la clase, es decir la praxis pedagógica. Doyle (1979) citado en Sacristán (1998) expresa que la clase es un ambiente complejo que se prolonga durante largos periodos de tiempo. Como resultado de las interrelaciones que se establecen entre los componentes del mismo, los cambios que ocurren en un espacio tienen consecuencias para los demás elementos del sistema. En este ambiente los profesores no manejan variables aisladas, sino que deben saber planificar, desenvolverse y guiar situaciones complejas de aprendizaje. Planeamiento que está en consonancia con la percepción de que las aulas, y los centros acolares por sí mismos y en relación con su ambiente exterior, son ambientes complejos con múltiples dimensiones y aspectos que operan simultáneamente. Cuando nos referimos al currículo en la acción, es necesario enfocar que esta acción se operativiza a través de las actividades o tareas académicas, pues son a través de éstas que se observa la estrecha conexión entre el profesor, el estudiante y el conocimiento organizado en el currículum (Bennett (1988) citado en Sacristán (1988), porque ahí se conjugan las condiciones de organización metodológica de una estrategia de enseñar y los procesos probables de aprendizaje que pueden producirse. Sólo a través de las actividades que se desarrollan se puede comprender la riqueza de un determinado planteamiento curricular en la práctica. A medida que el nivel de complejidad de un comportamiento o proceso cognitivo para resolver una tarea se eleva, es más difícil precisar en qué consiste el buen funcionamiento de dicho proceso. Precisamente, las actividades más complejas son las de mayor interés, como es el caso de la lectura comprensiva, resolución de problemas, etc. (Gardner, 1985 citado en Sacristán, 1988).



Ley general de Educación. Ley Nro. 48040. Lima: Congreso de la República. Consultado en www.minedu.gob.pe/files/253_201109141438.doc

[2] McLarEn, P. & Kincheloe, J. L. (Eds.) (2008). Pedagogía Crítica. De qué hablamos, dónde estamos. Barcelona: Editorial Graó.

[3] ibid

[4] Sacristán, J. (1988, p. 127). El Currículum: Una reflexión sobre la práctica. Madrid. Morata.

[5] Giroux, H. (2004 ). Teoría y resistencia en educación. Una pedagogía para la oposición. México: Siglo XXI

[6] Ibid

[7] Ibid.

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